Abro los ojos y trato de acordarme dónde estoy. Me lleva unos segundos recordar qué fue lo último que hice anoche. Ya me acostumbré a mis dos camas: cuando estoy en una no extraño la otra.
Lo más lindo es pasarme a tu cama a la mañana. Estás semi dormido, semi alerta: el gordo anda por ahí y cuando termine de comer sus piedritas va a volver a acostarse al lado tuyo.
Pongo agua en la pava mientras Sidartha se frota contra mi pantufla. Se sienta y espera que le desparrame algunas piedritas en el suelo (la civilización del bowl no le cabe tanto).
Te llevo unos mates (matecito, matecito!)y aparece tu primera sonrisa del día. Hablamos de las pocas ganas de salir al mundo, de lo sinvergoña que es Sidartita (él escucha en una de sus posiciones favoritas: en medio de los dos, tocando un poco a cada uno), o de posibles innovaciones para la toma del mate en la cama (ponerle edulcorante al agua para no andar llevando los sobrecitos...). Cualquier tema viene bien para estirar ese momento que, inexorablemente, va a terminar.
No se puede vivir del amor..