"Cuando se ven este tipo de fotos, uno no puede sino asombrarse de lo encantadores, tristes e inocentes que resultan todos los momentos de la vida cuando quedan registrados por el obturador de una cámara, pues en el aquel momento el futuro todavía es una incógnita y aún no nos ha hecho daño, y porque durante aquel breve momento nuestra pose se consideró sincera".
D. Coupland
sábado, 31 de enero de 2009
¿Vuela, abuela?
Cruzaba la 9 de Julio a la altura de Independencia, a paso cansino y algo malhumorada. Un camión que doblaba se detuvo para dejarme pasar, y antes de tocar la acera escucho (o creo escuchar) que el conductor me apura con un "vamo, abuela". Sólo éramos un señor y yo los peatones, así que me di por aludida. Sopesé la posibilidad de que hubiera dicho "vuela, vuela", o "vamo, vuela". Pero no, mi mente me aseguraba que el "vamo, abuela" era para mí, yo era una "abuela".
Revisé mi vestimenta: quizá la pollera demasiado larga, los anteojos y el corte de pelo "recto" (craso error de mi último paso por la peluquería) me daban más edad de la que efectivamente tengo. Toqué mi piel, algo seca, incipientes patas de gallo (pero no pudo haberlas visto desde el camión!).
La duda persiste, ¿fue un espejismo auditivo?, ¿me jugó una mala pasada el aire caliente de enero y la posibilidad de freír un huevo en la avenida más ancha del mundo?
Ya no podré saberlo, pero no voy a tolerar el encasillamiento, no quiero quemar etapas.
Revisé mi vestimenta: quizá la pollera demasiado larga, los anteojos y el corte de pelo "recto" (craso error de mi último paso por la peluquería) me daban más edad de la que efectivamente tengo. Toqué mi piel, algo seca, incipientes patas de gallo (pero no pudo haberlas visto desde el camión!).
La duda persiste, ¿fue un espejismo auditivo?, ¿me jugó una mala pasada el aire caliente de enero y la posibilidad de freír un huevo en la avenida más ancha del mundo?
Ya no podré saberlo, pero no voy a tolerar el encasillamiento, no quiero quemar etapas.
viernes, 23 de enero de 2009
Enero en la ciudad (the final countdown)
Durante los años en que me tomé vacaciones en enero, dedicaba algunos segundos para acordarme de los que estaban trabajando en la ciudad. Me los imaginaba transpirando en el subte, desmayándose al cruzar la 9 de Julio bajo un sol abrasador, o intentando llegar a un acuerdo con los compañeros de laburo por la graduación del aire acondicionado.
Los sentía muy lejanos y daba gracias por ello.
No escribo esto desde el Caribe sino desde una oficina. En 7 días empiezan mis vacaciones. Este verano engrosé las filas de los que se quedan en enero. Gente con pocas pilas, muy quemada, pero con aguante. No me quejo, y eso que ni siquiera tengo con quién discutir lo del aire. Mi único compañero está lejos, me cambié de lugar porque a raíz de la desolación oficinezca o de quién sabe qué, aparecieron algunas cucarachas, y estoy mejor en este sector.
Agradezco a los torpedos de frutilla sin los cuales esto no hubiera sido posible.
SÓLO FALTAN 7 DÍAS...
Los sentía muy lejanos y daba gracias por ello.
No escribo esto desde el Caribe sino desde una oficina. En 7 días empiezan mis vacaciones. Este verano engrosé las filas de los que se quedan en enero. Gente con pocas pilas, muy quemada, pero con aguante. No me quejo, y eso que ni siquiera tengo con quién discutir lo del aire. Mi único compañero está lejos, me cambié de lugar porque a raíz de la desolación oficinezca o de quién sabe qué, aparecieron algunas cucarachas, y estoy mejor en este sector.
Agradezco a los torpedos de frutilla sin los cuales esto no hubiera sido posible.
SÓLO FALTAN 7 DÍAS...
miércoles, 14 de enero de 2009
Vida de lector
En algunos testimonios sobre la experiencia de la guerra de liberación en Cuba, se dice del Che: "Lector infatigable, abría un libro cuando hacíamos un alto mientras que todos nosotros, muertos de cansancio, cerrábamos los ojos y tratábamos de dormir".
Todos se desprenden de aquello que dificulta la marcha y la fuga, pero Guevara sigue todavía conservando los libros, que pesan y son lo contrario de la ligereza que exige la marcha
(El último lector, Ricardo Piglia).
Todos se desprenden de aquello que dificulta la marcha y la fuga, pero Guevara sigue todavía conservando los libros, que pesan y son lo contrario de la ligereza que exige la marcha
(El último lector, Ricardo Piglia).
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